La opinión del hincha
¿La casa está en orden? Por Gustavo Adrián Pedrosa |
El panorama en Boca no presenta el mismo entusiasmo que en todos los veranos, cuando el equipo arranca con una nueva ilusión.
En este caso, el mapa dirigencial muestra un elemento al que no estábamos acostumbrados: la ineptitud.
El último buen dirigente fue Pedro Pompilio, quien, una vez surgido el problema entre Riquelme y Cáceres, entró al vestuario y a los cinco minutos quedó todo arreglado. Se extraña ese tipo de dirigente.
Con Macri y Pompilio, Boca había ganado un amigo de oro en calidad de jugadores: Banfield. En este verano, las torpezas llevadas a cabo en el manejo de las negociaciones por Ervitti calentaron la situación y hoy en día Banfield, si lo tiene a Boca lejos, mejor. Recordemos que de Banfield llegaron en su momento La Joya Palacio y Daniel Bilos, piezas claves del multicampeón equipo del Coco Basile.
Pícaros. Tener picardía para que los demás no lo pasen a Boca por encima. Eso es lo que se les pide a estos dirigentes. Ya lo dijo Carlos Bianchi el día que Ameal lo presentó: “me dijo Amor que como él no sabe nada de fútbol me haga cargo yo”. Esto no es nada alentador teniendo en cuenta que estamos ante el presidente del club más importante del país y uno de los más grandes del mundo.
Malos manejos en las negociaciones, poca discreción y viveza con la prensa, mucho amiguismo entre dirigentes y periodistas, cabaret por todos lados.
En medio de eso, un técnico con cara de tipo duro, ubica a Luchetti en el arco, luego de la polémica que mantuvo con Borghi cuando éste lo excluyó y dando a entender que el jugador no mostró interés cuando más se lo necesitaba. Pasaron 15 días del año y algunos equipos ya cuentan con sus refuerzos. Boca tendrá que ir recibiendo a los jugadores nuevos y se amoldará sobre la marcha, es decir se volverá a atar todo con alambre y así llegarán las excusas del “aclimatamiento o toma de ritmo” cuando empiece el torneo.
El ser humano rinde muy bien cuando está fenómeno de la cabeza. Cuando tiene las ideas medianamente claras. La cabeza de Boca es Ameal. Los religiosos, enconmendémonos a Dios.
Hay un vestuario con dos caciques. Si esta dirigencia decidió renovarles el contrato, lo mínimo que se les pide a Ameal y Cía es que traten por todos los medios de lograr que reine el buen clima en el vestuario. Que Riquelme sea el del 2007 y que Martín no juegue solamente pensando en su récord. Sino, va a llegar un momento en que la cirugía deba ser mayor, y dolorosa, ya que Boca debe estar por encima, incluso, de sus propios ídolos.
Gustavo Adrián Pedrosa
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