Antes de empezar el partido contra la U, bastante antes, ya se sabía que la niebla iba a ser un elemento a tener en cuenta. Sin embargo nadie previó tomar una decisión que, a simple vista para todos los que estábamos ahí, parecía indispensable: suspender la detonación de fuegos artificiales. Se puso en peligro el inicio del partido por privilegiar un show artificial que, en definitiva, con su ruido no hace más que tapar el rugido de la hinchada que es el verdadero himno de guerra de este Boca que quiere todo. No pasó nada grave, pero es algo a tener en cuenta.
Los que creen ser los dueños de la fiesta irrumpieron otra vez. Con un inútil despliegue de bengalitas de colores se quisieron vestir de protagonistas cuando son actores de reparto; frenaron el partido cuando Boca estaba dominando al rival y, lo que es peor, abrieron la puerta a una posible sanción para Boca. Exactamente cuándo se vienen las definiciones, cuando puede coronarse un semestre histórico para Boca, cuando estamos jugados a todo o nada, cuando cualquier error puede tener un costo enorme, ellos, los que se creen indispensables y con derecho a todo, cometieron un error que puede tener consecuencias muy graves. Todo por un acto estúpido, inútil y cuyo fin no era alentar al equipo sino usurpar un lugar en la marquesina que de ninguna manera les corresponde.
Nobleza obliga. Luciano Vázquez, literalmente, se murió en la cancha. Llegó muerto al servicio médico de Boca. Ahí se lo resucitó, se lo estabilizó y pudo ser trasladado al Hospital Argerich donde se recupera. Los que tenemos mucha historia vista desde la tribuna o de la platea, sabemos que muchos corazones no resistieron la tensión a la que nos somete un partido, mucho más cuando de definiciones se trata. Es merecido el reconocimiento que tenemos que darle a aquellos dirigentes, pasados o presentes, que no vendieron humo y posibilitaron que el cuerpo médico del club le permita a Luciano seguir sufriendo y disfrutando esta etapa de definiciones.
Por Ricardo Balsamo TW: @RICARDODELABOCA