Ayer recibimos un buen golpe, no por haber perdido, no por no poder sumar otra estrella a nuestra galería, los que creemos, perdimos porque no tenemos más la ilusión de la magia que aparece en cualquier momento, perdimos porque se acabó hasta que DIOS nos regale otro, la representación en la cancha de nuestras propias ilusiones, de nuestro propio amor a los colores.
Los cuervos de la carroña que le dejaron servida, estaban esperando esto que pasó, agazapados para hincarle el diente con el gusto del objetivo logrado.
Román pagó caro para el exterior, el precio de ser coherente, el precio de no negociar los principios, pagó por tener los buenos códigos de la gente simple, de la gente honesta. Él se hizo cargo siempre de lo que correspondió e incluso de lo que le pasaba cerca, como buen conductor protegió a sus compañeros y nunca mandó en cana a nadie, algo que habla por sí solo de que madera está hecho.
Va a ser un ídolo difícil de olvidar, su coherencia es más grande que su forma de jugar al fútbol, corrijo van de la mano, son inseparables, son un todo, por eso al menos en mi caso, en el podio siempre va a tener un lugar preferencial.
Esta nota carece de preparación, pero refleja todo el dolor de un bostero que tiene el corazón hecho mierda, hay motivos que se pueden discutir, que se deben discutir, pero este es el momento del dolor y del silencio y agradecer la dignidad de la derrota.
Por Pedro de Boulogne