Los que tenemos presente que Boca se fundó el 3 de abril de 1905 y no noventa años después recordamos páginas brillantes en su historia. Esa historia está definida por un hilo conductor: el buen fútbol y la entrega incondicional (de los de adentro y de los de afuera), elementos que conformaron la identidad boquense.
Lo que hoy se manifiesta en forma de crisis es un problema que percibo desde hace años: la ausencia de esa identidad.
Es difícil encontrar el origen; podría ser desde la equivocada decisión de pretender reemplazar a Basile con La Volpe. Podría ser.
Lo cierto es que desde aquella época Boca perdió el rumbo dirigencial, institucional y futbolístico.
Desde lo dirigencial difícil es recuperar la identidad cuando existen sospechas serias de que el presidente y el vice son hinchas de otro club.
Desde lo institucional se complica cuando la incapacidad es la principal cualidad de la comisión directiva; cuando el negocio de hoy se prioriza a la historia y al futuro de Boca; cuando las inferiores son manejadas por gente ajena al Club al amparo de un contrato fantasma.
Desde lo futbolístico se complica si la dirigencia permite que se vayan, por poca plata y muchos egos descontrolados, jugadores que aprobaron con holgura el examen de vestir la camiseta de Boca; si se traen jugadores (varios a pedido del técnico) que no cumplen los requisitos mínimos para calzarse nuestra camiseta. Difícil si el cuerpo técnico no acierta con los jugadores e insiste con algunos que nos están a la altura de las circunstancias. Difícil si lo poco que sale de las inferiores se da a préstamo o se vende por mnedas. Si el 5 de Boca (reconozcamos que fue el último gran 5) se la pasa por el piso y protestando; si el 2 (otrora un buen 2) no salta a cabecear en los centros que caen en nuestra área (ver el gol de Atlético de Rafaela). Difícil si el que prometía ser la gran aparición de los últimos años juega a media máquina, y más aún, si también lo hacen aquellos cuya principal virtud no es la técnica con la pelota.
Si hasta la hinchada parece que alienta a media máquina. ¿Cuánto hace que los papelitos no tapan las tribunas cuando entran los jugadores? ¿Cuánto que el aliento ensordecedor no empuja a nuestros jugadores a ganar o a morir y mete a los contrarios contra su arco? Mucho, salvo contadas y efímeras excepciones.
Imposible si hasta los colores de Boca fueron enajenados por el violeta o el rosa. No hay plata que justifique esa herejía.
Imperiosamente hay que volver a las fuentes; retomar el camino que nos hizo grandes, los más grandes. Imperiosamente debemos recuperar nuestra identidad para honrar nuestro pasado, enderezar nuestro presente y consolidar nuestro futuro.
Por Ricardo Balsamo
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