La herida orgullosa que sangra
Por Marcelo Merkato @MarceloMerkato |
El orgullo Xeneize se vio desgarrado. Se vio manoseado. Un equipo que no supo estar a la altura de las circunstancias. Que subestimó a un rival que derrochaba humildad, esa que este conjunto dejó de lado. Una Bombonera que estuvo repleta y que por cada sector de la cancha se caía a pedazos en aliento. El hincha, incondicional como siempre, no paró de levantar a este equipo que jamás supo encontrarle la vuelta.
No duele haber perdido un partido, duele que se haya regalado el prestigio. Ese que Boca supo ganarse a lo largo de su rica e intensa historia. Ese que supieron defender a capa y espada ídolos como Rojitas, Rattín, Riquelme, Palermo, e incluso un tal Maradona en su corto paso. Porque Boca no es sólo la pelota. Boca sobrepasa cualquier estado racional. La humildad, sacrificio, garra, corazón, y el alma, son los parámetros bases que caracterizan a este club tan precioso.
Muchos se dejaron llevar por aquellas palabras sobradoras. Se dejaron seducir por esos cariños ganados, pero que deben ser sustentados en cada actuación. Se dejaron endulzar por aquellas voces que hoy te tratan como si fueses un Dios, pero que en un abrir y cerrar de ojos te estigmatizan en el peor de los estados posibles. La prensa es así, si ganas sos el mejor, si perdés mereces el exilio. Pero ese no es el punto a cuestionar.
El hincha genuino, el que ama a estos colores, el que deja todo por estar cada domingo en su casa, sintió un golpe muy duro. El golpe de una maza en la frente de quien espera una caricia puede ser una vaga imagen que nos acerque a la sensación que deben sufrir quienes esperan la gloria transitando por un sendero de rosas y se encuentran inesperadamente con su destino.
Muchos de estos jugadores, durante este pequeño lapso de levantada, prefirieron vivir engañados, creyendo que el destino puede burlarse. No sirvieron de nada las señales de advertencia que en el camino aparecían, todos prefirieron danzar en cada medio periodístico que se les cruzaba. Medio que, en su momento, no dudó en pegarles como el cazador realiza ante su presa. Un tiro certero y al corazón. Pero no se aprendió nada. La ilusa ilusión de creerse los mejores fue más fuerte. Y eso, fue el puntapié inicial para generar esa soberbia que se interiorizó en el partido ante Deportivo Capiatá.
Una contracara bien marcada se llevó a cabo. Por un lado, el grande, Goliat, que subestimó a ese pequeño club que apenas tiene seis años de vida. Se pensó que tirándole la chapa, iba a alcanzar. Pero no. David apostó a su raíz, entró al campo de juego y planteó su partido. Un planteo que le dio un fruto, quizá, inesperado.
El hincha está dolido, con su orgullo Xeneize herido. Pero siempre va a estar ahí para levantarlos en las malas, porque esa es su esencia, está en su sangre. Esa sangre que jamás deben regalar aquellos que defiendan estos colores. Porque Boca tiene prestigio. Tiene historia. Boca es grande gracias a su gente, pero nunca subestima. Que este cachetazo de realidad sirva para algo y, en lo que viene, demuestren que la humildad jamás la van a negociar. La esperanza es lo último que se pierde. El hincha genuino jamás los va a abandonar, por más moribundo que se sienta. ¡Vayan por la gloria!
Por Marcelo Merkato
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