Chau Bocha! Desde el cielo nos va a alentar...
Por Ricardo Polischer |
Fue en el año 1976 cuando empecé a seguir a Boca a todas partes, digamos que el virus ya me había infectado estando en la cuna, pero fue ese año, donde descubrí que no había posibilidad alguna de cura.
En el 79, arranqué mi primer trabajo, recién salidito de la secundaria, me transformé en cadete de una Financiera.
Un día, se armó un partido contra otra Compañía, y uno de mis compañeros, Carlos, me dice que viene a vernos el hermano, que para en la barra de Boca.
Esa noche lo conocí, creo que el partido fue en la cancha de Lamadrid, Carlos me lo señaló, estaba parado tranquilamente detrás de uno de los arcos.
Media como dos metros, sus puños del tamaño de mi cabeza, cara de boxeador, yo no lo tenía ubicado de la tribuna y calculé que en caso de pelearme, podía estar pegándole tres años para como máximo, lograr sacarle un bostezo.
Me lo presentaron, yo le dije que iba siempre, me dio poca bola, y nos fuimos cada uno por su lado.
Así conocí a Bocha.
Una noche, fatídica, en la que una bengala disparada desde la tribuna terminó con la vida de otro hincha como nosotros, la salida de la 12, como no podía ser de otra manera, fue un caos.
La policía, en una práctica habitual, metía a uno si, a uno no, adentro del celular.
Entre toda la gente, lo alcanzo a ver a Bocha detenido.
Llegué a mi casa, llamé al hermano, le pedí el teléfono de su cuñada y cerca de medianoche la pude ubicar.
"Mirá, vos no me conoces, pero no te asustes, a tu marido no le pasó nada, pero lo detuvieron, por eso no llega" (por la radio se hablaba de varios muertos, vale la aclaración).
Me agradeció, colgué y me fui a dormir.
Bocha salió rápido, estaba en prefectura, lo conocían, y no había tenido nada que ver con los tristes acontecimientos.
Y me llamó...
"Yo nunca me voy a olvidar de tu gesto”, me dijo, "Casi ni me conoces y te preocupaste por mi familia".
Le dije que no exagere, que en realidad era lo mínimo que podía hacer, que no era para tanto, en fin.
Nos empezamos a ver con alguna frecuencia, vi crecer a sus hijas, pasó el tiempo, los caminos se abrieron, nos fueron llevando por distintos senderos.
Pasaron 34 años desde aquella noche , y nos viéramos o no , nos habláramos o no , durante todos esos años , cada año , cada año nuevo judío , Bocha me ubicaba , y si no me ubicaba , llamaba a mi vieja , y , aunque yo , confieso , mucha bola a la religión no le doy, me emocionaba recibir el "Shana Tova" de mi amigo.
Hace poco me llamó su hija, había que operarlo, su diabetes complicaba todo, y no sabía si iba a salir y quería verme.
Riki, me dijo, mis hijas ya saben, yo confío en vos, y quiero que si a mí me pasa algo, tires mis cenizas en la Bombonera.
Le dije que se dejara de joder, que iba a salir bien.
Y salió...
Pasaron un par de meses, volvió a decaer, y el último sábado lo fui a ver.
"Estoy cansado, Riki, ya no tengo ganas".
Le dije que no joda, que estábamos en semifinales, que si se iba antes de ver la séptima Libertadores, le tiraba las cenizas en el gallinero.
Se rió...
Hoy recibí un mensaje de su hija, se nos fue esta mañana.
Por supuesto que sus cenizas no irán a Núñez, no lo quiero enojado cuando nos volvamos a ver.
Boca no solo te da Copas, Títulos, goles inolvidables e ídolos inoxidables.
A muchos de nosotros, nos dio amigos para toda la vida.
Chau Bocha, saludos a José (vos sabés por qué te lo digo).
Por Ricardo Polischer
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