Cuando lo normal se vuelve enfermizo
O CUANDO LO ENFERMIZO SE VUELVE NORMAL? Por Marcelo Rodríguez para el blog Corazón y pases cortos |
Es normal. Es habitual. No pasa nada. Son cosas del fútbol. ¡¿Qué pasa, nunca jugaste vo?! Pasó y va a seguir pasando. Que antes era igual. Que no sabés la cantidad de peleas que hay… Y no sé cuántos justificativos más para explicar: las trompadas en una práctica, o una conducta violenta dentro de una concentración. Claro que apenas conocemos la punta del iceberg; por lo tanto, si lo poquito que podemos ver o acceder es esto, no queremos imaginar lo que no vemos.
El que sostenga que en un grupo, más de fútbol, la violencia y las trompadas son algo habitual y justificado, lo único que hace es contribuir aún más a naturalizar algo que no lo es, porque al fin y al cabo somos personas culturalizadas. Aspecto que nos diferencia de los animales. Ejemplos a patadas de cómo conviven unos y otros.
Esa culturización que sufrimos desde el primer momento en el que nacemos, nos va formando. Nos direcciona y terminamos, a grosso modo, actuando con la manera en la que aprendimos a entender las cosas.
En la familia esto es algo palpable. Padres solidarios, hijos solidarios. Padres apáticos, poco sociables, hijos que más o menos responderán a esos patrones de conducta. Pero cuando toda esta historia la llevamos a constituir grupos secundarios, muy lejos del primario (la familia), tenemos que empezar a tratar con el otro y con su manera de entender las cosas.
Hay asunción y adjudicación de roles. Un referente de un equipo no se construye, se obtiene; no se puede imponer; se gana. ¿Cómo? Cuando uno, dos o tres personas de ese grupo representa al resto. Cuando sentís que tu compañero te representa y tiene ese poder que me exime a exponerme ante el resto. Es la famosa cabeza de grupo.
Pero claro, hablar de un grupo de jugadores que integran un plantel, no significa que sea un mundo totalmente aislado de la realidad social, de lo que sucede dentro de un cuerpo técnico y mucho menos de cómo las autoridades de ese club se manifiestan.
No es falsa la idea de que un cuerpo comienza a pudrirse por la cabeza. Cuando esa cabeza no funciona, por más que tengas poderosas piernas, no vas a poder caminar. Y dentro de un grupo comienzan a mimetizarse situaciones y conductas. Porque si aquel logra sobrevivir con éxito, yo voy a intentar a hacer lo mismo.
Hablemos de Boca, que es este el caso. Y habrá que desmenuzar muchos elementos.
Por un lado, hay una falta de profesionalidad manifiesta, evidente en muchos de sus integrantes que ni siquiera puede ser corregido por ese orden interno que todo grupo va escribiendo. No en un papel, si en el consentimiento general; una manera de organizarse para defenderse del exterior. Por eso muchas veces se generan reuniones de jugadores, sin técnicos y muchos menos, directivos.
Por otro lado, Boca tiene un líder impuesto como Guillermo que más allá de sus condiciones como entrenador si son buenas o malas, su conducta se trasluce en sus movimientos, es algo que se ve. Y lo que hemos visto hasta ahora que en vez de rodearse de gente de experiencia, lo que generó fue todo lo contrario. Se desprendió de la experiencia, de los bien o mal llamados referentes. Esto no significa que los golpes de timón no sean muchas veces favorables; el tema es cómo reemplazás ese rol que quedó vacío en el grupo.
Con algunos lo hizo casi que de manera directa; con otros, prácticamente ignorándolos. Y el equipo, como una vez dijimos, se va pareciendo cada vez más a la personalidad de su líder, en este caso impuesto. Lo que Guillermo se asegura es que teniendo dirigidos “débiles”, ninguno podrá disputarle su lugar de liderazgo. Y acá caemos en la desmesurada importancia que desde mediados de los años 50 comenzaron a tener los entrenadores.
¿Cuál es la herramienta fundamental para un técnico, imponerse sobre su grupo y sobre el exterior? El juego y la manera de llevarlo a cabo. Muchas veces, caer en un simple 442, para un entrenador no es suficiente y tiene la necesidad de sobresalir inventando cualquier otra manera de jugar. Como que lo más importante sigue siendo qué opina el otro de cómo quiero que juegue mi equipo.
Guillermo tiene una personalidad muy estancada y estereotipada. He visto peleas de jugadores en pleno entrenamiento y el técnico no reaccionó de la manera en que la hizo Guillermo. Porque con su forma de actuar, el eje Insaurralde-Silva se corrió y fue directamente a las palabras del DT. Para echar a jugadores y demostrar inconformismo, no es necesario revolear lo que tenga a mano e insultar. Porque al final de cuentas, le está diciendo a sus dirigidos que ese tipo de reacciones es válida. Al hecho de violencia se le responde con otro similar. Lo paradójico de esto es que cuando algún jugador muestra un mínimo acto de rebeldía, es sancionado por el DT.
Por último hacemos referencia al eslabón más importante. Aunque no parezca, la dirigencia va derramando de arriba hacia abajo lo que genera, y lo que forma en la base de esta pirámide, es lo que quedó, de lo que sobró de arriba.
En la época de Mauricio Macri, y más allá del estilo personalista que tienen los dirigentes del fútbol, al actual presidente de la Nación lo secundaban directivos de la talla de Pedro Pompilio, Roberto Digón, Luis Conde y Goyo Zidar.
Eran personas con peso y voz, y si bien el poder que ejercía Macri era muy fuerte, dependía de estos. El ejemplo de esto quedó plasmado cuando por primera vez en la historia del club se rechazó un balance allá por 1997, cuando Mauricio incumplió pactos políticos.
Hoy, Daniel Angelici tiene un sistema en el club de gerenciamiento. Es una encubierta privatización de Boca, con gerentes que cobran sueldos y que manejan a grupos de los viejos políticos del club, que van más por amor que por interés. Esta manera de conducir, donde las reuniones de comisión dejaron de ser importantes, donde el presidente es presidente en el amplísimo significado de la palabra, genera un individualismo tal, que los que siguen debajo en la escala, terminan asumiendo la misma manera de conducta.
Manda presidente, mucho menos el DT, y por último el jugador termina convirtiéndose en un número más, sin una idea clara del para qué está, y qué se pide de él.
La idea empresarial de un club de fútbol va destruyendo los viejos códigos que acunó este deporte y con la idiosincrasia del argentino… La Volpe fue uno de los entrenadores que no supo leer la realidad del momento, y por eso marchó sin pena y sin gloria.
El jugador, consciente o inconscientemente, se da cuenta de esto. Que arriba, si desea pelear con alguien, no encuentra eco ni respuesta. Hay un solo escollo que es el presidente. Si me llevo bien con él, tengo cierta libertad y privilegio. Si tengo un problema, si no paso por un buen momento, no hay nadie que lo escuche; que lo trate como algo más que un futbolista. Porque en definitiva, primero está la persona y su historia, luego el profesional.
Y los jugadores muchas veces son como los adolescentes, que arman lío para llamar la atención de los padres… Así parece vivir Boca y sus jugadores. Con un técnico que tiene mucho de caprichoso, y con una conducción que no entiende que el fútbol desde su perspectiva de DT se construye de a poco. Y los directivos que la billetera es importante, pero no alcanza. Podés generar un fracaso estrepitoso con todo el dinero del mundo disponible, si no sabés cómo conducir.
Estas peleas internas son producto de una manera de conducir errada, díscola, unipersonal y que conlleva una sola manera de actuar. Pero claro, cuando esa única manera de actuar se estanca, se estereotipa, de algún lado se desprende el instinto de supervivencia. Alguien o algunos, comienzan a transformarse en la voz cantante que, para el poder, enseguida se convierte en el chivo expiatorio.
Por Marcelo Rodríguez* para el blog Corazón y pases cortos (Siempre Boca)
* Marcelo Rodríguez es periodista acreditado en Boca desde hace más de 20 años. Autor del libro "Con Alma y Corazón". Trabaja en el diario Crónica, escribe en Don Balón y fue uno de los puntales de Informe Xeneize. También trabajó en El Cronista Comercial, La Razón y Diario Popular. Y además en la inolvidable Asi es Boca.
|