Feliz cumpleaños D10S
Por Marcelo Merkato |
En esta ocasión cualquier tipo de entendimiento y lógica que se le quiera dar va a tomar un manto de total estupidez. Esa estupidez que pregonan aquellos que hablan de un tema sin conocer el fondo de la cuestión. Aquella estupidez que lleva a los simples plebeyos, ávidos de sobresalir, a denostar al Dios que prefirió bajar del Olimpo para rodearse entre los mortales y encaminarlos hacia la gloria eterna.
Siempre hubo reacios, opuestos, reticentes, incluso hasta desobedientes del mandato popular. Incluso algunos subieron la apuesta y buscaron rasguñar los rincones más oscuros para intentar siquiera bajarlo del pedestal. Pero toda acción negativa que contiene intereses personales que no coinciden con la voz del pueblo sólo la conduce al único camino existente: la indiferencia.
A pesar de todo esto, que dicho sea de paso es una constante que se repite cada año, en esta ocasión se da una situación que difiere de todas las demás. Este año no es uno más. Este aniversario posee un pigmento especial que ilustra de una manera distintiva el festejo del cumpleaños del Dios. Su Ilustrísima lo está festejando rodeado de mortales a los que los trata por igual. No sólo es un feudo que lo venera, sino que también es parte de él. Así se lo hizo saber a quienes dejaron su papiro en las urnas para rogarle que los encamine nuevamente hacia la prosperidad y gloria.
Pero entonces, ¿qué tiene de diferente este año? Simple querido amigo. Por primera vez, después de consumido un lustro y monedas, se siente cerca. Se siente como un amigo, como un hermano, como un padre, como cualquiera que posee un lazo irrompible que se genera desde el nacimiento. Por que está ahí, adentro, embarrándose las manos, tratando de llevar al reino nuevamente al punto más álgido que alguna vez se supo conocer. Ya no son más palabras, son acciones. Aquellas acciones que poco a poco comienzan a tener un significado palpable. Esas acciones que se transmutan en una verdad.
Para él las palabras eran de alguna manera un ritual, había palabras efímeras, sin valor ni comprensión, pero también las había que debían inscribirse en el compendio de la norma jurídica natural, sempiternas y de comprensión invariable. En ellas él creía haber encontrado un refugio. Pero, finalmente, decidió transformar aquellas palabras en actos.
Por todo esto, yo por mi parte ya había tomado, hace muchos años, el camino de esta nueva religión. Sobre aquel altar derroído y polvoriento coloqué aquella estampita del diez, y a su alrededor tantos ídolos paganos como se me antojara. Había comenzado a celebrar los misterios de aquella nueva religión de manera arbitraria y caprichosa. Era mi todo esta nueva religión, mi manera de revelarme al seno angelicista y de darle sentido a la barbarie de perdición que acometía contra mi bienestar. Cada estado alterado de conciencia no era otra cosa que mi manera de acercarme y ser uno con el ser, podía yacer borracho y sin embargo diría que había tenido una experiencia mística. Sin embargo esta fe carecía de nombre alguno, hubiera sido soberbio de mi parte intentar ponerle uno, eso iría contra el flujo interminable de hombres que la habían practicado, aun sin conocimiento de causa.
Encontramos un nuevo camino. Una nueva fe sin nombre. Pero con la verdad absoluta de que es el camino correcto. Porque él así nos lo demuestra. Todo aquel impacto emocional que tuvimos en el pasado se transforma en actual. Aquel Dios que nos dio felicidad volvió para crearla nuevamente. Por esto, y por mucho más que en estas simples líneas no se puede explicar, el Dios festeja su cumpleaños junto a nosotros. Porque es uno más. Y al estar bañado por las mareas azules y doradas, lo único que nos queda es felicitarlo y desearle los mejores éxitos. Porque si él tiene éxito, nosotros nos volveremos a dar ese intenso abrazo que alguna vez supimos disfrutar. Feliz cumple Román, y disculpe el atrevimiento de utilizar su nombre. Es que a veces pienso que somos amigos. Y gracias por volver.
Por Marcelo Merkato para SoyBoca
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